La soledad a veces crea una profunda herida psicológica que distorsiona nuestra percepción y desordena nuestros pensamientos. Entonces nos hace creer que le importamos menos a los demás, de lo que realmente le importamos.
La soledad a veces nos lleva en el mejor de los viajes y a lugares tan retirados, que para que nadie desespere sólo podremos ir con nosotros mismos. Sin embargo antes de embarcarnos hemos de dejar al resto como regalo, no nuestra ausencia sino un prolongado silencio propio del retiro.
Al parecer no todo el mundo sabe esto. Y tras un periodo de retiro y silencio de tu parte la gente se torna distante o deja de hablarte, como si todo el Universo tuviere que girar en torno a ellos. En muchas ocasiones son los mismos que temen encontrarse con su soledad, por eso prefieren salir de fiestas todos los fines de semanas, aunque no tengan nada que celebrar, únicamente porque no quieren encontrarse consigo mismo a solas y ese gran vacío que provoca la soledad.
Y sólo por no haberse preocupado de haberse conocido a sí mismos. Su vida muta estrepitosamente en una realidad tan distorsionada, que simplemente ríen cuando debería llorar. Relegando el luto a un segundo plano a días de alcohol y de fiestas, creyendo que puede morir de felicidad. Y de repente esta misma gente se enoja y no sabe por qué, grita y no sabe por qué, se entristece y no sabe por qué, está alegre y no sabe por qué, vive y no sabe por qué y muere sin saber por qué...