Teníamos en común algo más, que sin importar lo que pensáramos la vida parecía estarnos constantemente corrigiendo. Y lo que pensáramos hoy, después de un tiempo nuestros propios actos ya lo habían deshecho. Y entonces no dejábamos de pensar al respecto, sobre si era karma, mala suerte o es que simplemente éramos unos paletos.
Teníamos en común algo más. Los sentidos y el silencio. Y a pesar de todo esto, teníamos que convivir con seres entrañables y otros menos, con gente a la que amábamos y otras menos, teníamos que ser felices con lo que teníamos y a veces con menos. Teníamos que pedir disculpa y a veces no llegábamos a tiempo. Y entonces las cosas importantes dolían y algunas otras aunque también, menos. Teníamos tantas cosas en común que cuando las cosas se ponían bonitas, lo hacían hasta para los feos. Y entonces me di cuenta muy lejos de mi ego, que nada era como yo pensaba y que a la vez nada dejaba de serlo. Que sin importar lo que fuera, sería, porque no era cosa mía, sino del tiempo...
Perdón a quien por un arranque ira ofendí, cuando debí guardar silencio.