Crueles lenguas
fustigan mi alma
por no poder escapar
de la mugre
y las patrañas
de quién por encender una vela
todo a su alrededor apaga.
Mientras si Dios tuvo, olvida
por abrazar la mentira
con trapisondas hazañas.
Áspero entonces se torna,
el rigor y la inteligencia
de las mismas lenguas
Y de quién por libertad, se adjudica
el derecho de dar consejos
más que dineros,
sólo porque los últimos
no le alcanzan.
Y para cuando callarlo intentas,
vano esfuerzo encuentras
más, menos por la ira
Y sí por la soberbia
de quien pretende llegar al cielo
enmascarando el hedor de sus palabras
con sus glorias amargas.
Crueles lenguas
fustigan mi alma
cómo si en la plaza de la Cruz verde
quisieran colgarla.