martes, 25 de octubre de 2016

Nunca fue la meta, siempre fue el camino.




Dicen que todo lo que sucede, sucede por alguna razón. Pero al parecer no todas las cosas en la vida tienen una explicación o puede que simplemente algunas de esas cosas, escapen de las manos de Dios o de cualquier otro ser, en el que hubieres podido depositar tu fe, sin importar cuál pueda ser tu religión. 

Y puede que no todos tengamos una razón de peso para hacer lo que hacemos, pero a quien le importan esas razones ni lo que hacemos, si no vas a hacer del mundo un lugar mejor. Qué tanto importan esas razones si no van a estar a la altura del esfuerzo. Ahora lo entiendo, nunca fue la meta, siempre fue el camino y ciertamente todo lo que sucede, sucede por alguna razón, tal cual el propósito de mi existencia y el parecido entre el destino y el libre albedrío.

La existencia en sí misma es un propósito, incluso por encima de lo divino y que de por sí ya justifica la vida y el uso de la razón. Así que: Si mi propósito era amarle bien podría decir que eso ya lo había conseguido, pero como lo importante NO es la meta, es el camino. Encontré en sus ojos, más que propósito o destino. Encontré la razón y el libre albedrío.




LPF.01f85