viernes, 26 de abril de 2013

La leyenda de Al-Jumally.








Una antigua leyenda Árabe cuenta de un hombre que se enamoró perdidamente de una mujer. Sin lujos de detalles y tan sólo por abreviar no les voy a hablar de la fortuna que para ese hombre fue el haber contraído matrimonio con quien no tardó en descubrir era su alma gemela. Lo cierto es que era una mujer muy hermosa con un rostro cálido, ojos marrones y una boca tan bonita que cuando sonreía al atardecer pareciere que el sol se escondiese detrás de su sonrisa. El era un hombre paciente, generoso y no supe hasta el final de esta historia de su fuerza. Eran los dos muy jóvenes, eran felices y así hubieran podido continuar hasta el fin de sus días, si la vida no hubiere querido darle un giro tan brusco a los acontecimientos. 

Por circunstancias de la vida, esa mujer, la que tanto amaba contrajo la Viruela una enfermedad maligna, terrible que le dejo convaleciente y con el rostro y el resto de su cuerpo totalmente desfigurado borrando cualquier rastro de belleza del pasado. Él sólo podía pensar en lo doloroso que sería para su esposa el recuperar la conciencia y descubrir que ya no era la misma, que su belleza y juventud habían desaparecido de golpe y porrazo. Tanta pena y sufrimiento mutaron en un dolor de cabeza que aparentemente continuó atacando su sistema nervioso hasta dejarlo totalmente ciego y con los ojos cerrados. Durante los doce años que su esposa se mantuvo con vida el estuvo a su lado cada día y cuentan que cuando murió, el mismo día milagrosamente recuperó la visión. 

Sin embargo y a pesar de que nunca lo confesó, cuentan los que le conocen que nunca perdió la visión, que sólo lo hizo por ahorrarle el sufrimiento a su esposa de saber que él podía verla. Porque quería que ella se siguiera sintiendo hermosa a pesar de las circunstancias, porque la amaba tanto que ni la luz era más importante...

El dolor cuando no se convierte en verdugo, puede ser un gran maestro.
Foto tomada en Elche.