Gentil alma a la que Dios parece no escuchar y que únicamente deja exhausta el temor de perder su virtud y honra por no ser merecedora de sus propios dones y anhelos. Por dar cobijo en sus pensamientos a quien loablemente dejose todos sus esfuerzos en borrar cualquier vestigio de lo vivido y sus sueños. Y aunque a veces la melancolía le ataque por la espalda y su memoria le traicione con algún recuerdo. Prefiere guardar silencio y no dejar espacio bajo este cielo, que deje al descubierto las intenciones de quien ha decidido amarla en silencio.
Y entre todos los oficios deshacer lo que ya había vivido en algún momento, lo que en intención se erigió con unas proporciones tal que solo se podría acotar a los adjetivos hermoso e inmenso. Y entre todos los oficios… hubo de ser éste el único para el que no había sido hecho. Y quiso la noche que su pesar le hiciera despertar mirando las estrellas otra vez. A sabiendas que si el sol hubiere de permanecer escondido por más tiempo, su curva más hermosa sería el lugar perfecto. Y continuó, apabullado por la idea de que si ella gusta de no quererle, no dispuso el cielo una ocasión en que pudiere él no quererla o dejar de hacerlo. Y por el resto de sus días ha de vivir con este inalienable sentimiento, solo comparable con las mil buenas razones que dan fe de mi buenaventura de amarla y sus besos.
L.P.F.01F85
Obra: El Beso.
Pintor: Gustav Klimt