Dicen que al morir la
mayoría de los seres humanos perdemos veintiún gramos, que ese es el peso
equivalente a nuestra alma, el punto de conexión entre el presente, el futuro y
la manera en que visualizamos el pasado. Dicen que a medida que
envejecemos nos arrepentimos del daño que hemos causado, que nuestro
arrepentimiento es sincero en la mayoría de los casos, al punto de en alguna
manera pretender enmendarlo. Dicen que los qué de la vida hayamos aprendido
algo, nunca nos arrepentiremos de haber amado, por más que haya dolido, aunque
no hubiese sido la sensación hermosa y eterna que todos esperamos.
Dicen que la medida en que
amas es relativa y tiene que ver con tus recuerdos y la manera de recordarlos.
Sin embargo el peso equivalente de tu alma no es un valor relativo y siguen
siendo veintiún gramos. No importa las personas que creas haber
amado, todas las promesas que hayas hecho o lo que hayas jurado. Parece que el
alma es la única parte de nuestro cuerpo que no podemos engañar y
tiene una escala de valores que no pueden ser ignorados. Por más que lo
intentes para estar mejor, por más veces que beses otros labios. Dicen que mi felicidad gira en torno a
esos veintiún gramos y que estos son el equivalente en peso y forma a casi
todos tus besos y días que nos amamos. Dicen que el amor es el estado inconexo
entre la realidad y los sueños, la parte ignota de mi alma que todavía supone
cuánto me pudiste haber amado. La epopeya de un sentimiento narrada mil veces
en silencio...
Y es entonces que para imaginar que existo existes, y para imaginar que existes entre susurros y alguna canción de amor me quedo varado, pensando qué cosas tienen sentido y cuáles no, en que esta será la última vez, el último día que te amo. Pero para que mi vida tenga sentido he de seguirte amando, con el descaro de saber que no soy nada para ti... Y es que mi amor por ti puede ser el más fuerte, pero nada puede si cada vez necesitas un acto de Fe, un milagro. Y ahí va mi corazón otra vez con los veintiún gramos en las manos, sin nada más que ofrecer. Con la única voluntad de amarte y sostenido por su Fe... (Reeditado)
Y es entonces que para imaginar que existo existes, y para imaginar que existes entre susurros y alguna canción de amor me quedo varado, pensando qué cosas tienen sentido y cuáles no, en que esta será la última vez, el último día que te amo. Pero para que mi vida tenga sentido he de seguirte amando, con el descaro de saber que no soy nada para ti... Y es que mi amor por ti puede ser el más fuerte, pero nada puede si cada vez necesitas un acto de Fe, un milagro. Y ahí va mi corazón otra vez con los veintiún gramos en las manos, sin nada más que ofrecer. Con la única voluntad de amarte y sostenido por su Fe... (Reeditado)
L.P.F.01F.85
Pintor Pablo Picasso: El guitarrista ciego.