Casi han pasado ocho años desde que llegué a Elche por primera vez y apenas soy consciente de ello. Solo para alguien que emigra la distancia se mide en tiempo y mis padres son los que más acusan de ello. No es lo que haya podido ganar ni perder lo que me lleva a hacer un balance de todo este tiempo. Es la manera en que empiezo a tomar conciencia de sentirme parte de algo, sin saber que ya lo era desde hace bastante tiempo.
Soy vecino del Barrio de Carrús y he estado viviendo en la misma calle aproximadamente unos cuatro años. Apenas paso tiempo en casa por cuestiones de trabajo. Pero me es inevitable intercambiar saludos y con el tiempo y a medida que los conozco, opiniones con los vecinos y la gente del barrio. La escalera de casa, la carnicería, la verdulería, el gimnasio, alguna cafetería, incluso al coincidir por la calle en alguna acera son buenos lugares para iniciar una tertulia como si nos conociéramos de muchos años. Y a veces no eres consciente de ello ni de como interactúas hasta determinados hechos puntuales. Y mi punto de inflexión tuvo lugar ayer en la procesión de los pasos de Semana Santa. Cuando reconocí y me reconocieron algunos de los costaleros y las damas, gente con las que habitualmente me cruzo en el barrio.
Ayer por primera vez me sentí completamente enamorado de la ciudad en la que vivo y mi barrio. Un sentimiento sobrecogedor me vino al ver los pasos de Semana Santa. El poder reconocer a muchos de los costaleros y las señoras que vestidas de negro y con velas blancas encendidas seguían los pasos al compás de una banda de música formada por una veintena personas perfectamente acompasadas al tiempo que veía pasar a la Virgen del Carmen de la iglesia que está justo en la esquina de la casa en la que vivo. Hizo que me emocionará un tanto y reconociera el valor intrínseco de lo que representaban para mi Elche y esos pasos. Y ahora pienso en las veces que he estado en la puerta de algunos de los museos más emblemáticos de esta ciudad por otros motivos (no menos especiales) sin haberlos visitado. Esta semana empezaré a volver sobre mis pasos y comenzaré visitando algunos de esos museos que guardan una parte importante de la historia de los ilicitanos.
Soy vecino del Barrio de Carrús y he estado viviendo en la misma calle aproximadamente unos cuatro años. Apenas paso tiempo en casa por cuestiones de trabajo. Pero me es inevitable intercambiar saludos y con el tiempo y a medida que los conozco, opiniones con los vecinos y la gente del barrio. La escalera de casa, la carnicería, la verdulería, el gimnasio, alguna cafetería, incluso al coincidir por la calle en alguna acera son buenos lugares para iniciar una tertulia como si nos conociéramos de muchos años. Y a veces no eres consciente de ello ni de como interactúas hasta determinados hechos puntuales. Y mi punto de inflexión tuvo lugar ayer en la procesión de los pasos de Semana Santa. Cuando reconocí y me reconocieron algunos de los costaleros y las damas, gente con las que habitualmente me cruzo en el barrio.
Ayer por primera vez me sentí completamente enamorado de la ciudad en la que vivo y mi barrio. Un sentimiento sobrecogedor me vino al ver los pasos de Semana Santa. El poder reconocer a muchos de los costaleros y las señoras que vestidas de negro y con velas blancas encendidas seguían los pasos al compás de una banda de música formada por una veintena personas perfectamente acompasadas al tiempo que veía pasar a la Virgen del Carmen de la iglesia que está justo en la esquina de la casa en la que vivo. Hizo que me emocionará un tanto y reconociera el valor intrínseco de lo que representaban para mi Elche y esos pasos. Y ahora pienso en las veces que he estado en la puerta de algunos de los museos más emblemáticos de esta ciudad por otros motivos (no menos especiales) sin haberlos visitado. Esta semana empezaré a volver sobre mis pasos y comenzaré visitando algunos de esos museos que guardan una parte importante de la historia de los ilicitanos.