jueves, 6 de enero de 2011

Sabiduría y comunicación.

Lo que para mi termino siendo una experiencia desagradable con la idea de ahorrarme unos euros a final de mes compartiendo vivienda en régimen de alquiler con otras personas. Ha desembocado irremediablemente en una serie de reflexiones sobre la naturaleza del ser humano. Llegando a la conclusión que en diferente manera a todos nos afectan las mismas cosas independientemente de nuestro lugar de procedencia o sexo.

Mil naciones con mil fronteras, miles de millones de habitantes con los mismos conflictos y los mismos dilemas, todo ello en un solo planeta. Y decenios tras decenios vamos cometiendo los mismos errores, como si cada uno se planteará como cosa nueva. Y lo cierto es que son tan antiguos como sus soluciones. Planteadas ya en miles de idiomas,  resumidas en proverbios, corroboradas con miles de gestos universales tan comunes como la sonrisa, las lágrimas o los besos. Y a veces no somos capaces de acceder a recursos tan valiosos, naturales e inagotables como la memoria. Simplemente porque puede que prefiramos olvidar y comenzar de nuevo. 

Que tan equivocado estamos los seres humanos que creemos que el infierno se cierne bajo nuestros pies, justo en el corazón de la tierra, exactamente de donde emana la vida. La misma tierra que nos proporciona los alimentos y el agua, la tierra que con su mágica gravedad nos mantiene sobre ella. Que paradoja que para ir al cielo y alcanzar el paraíso te tengan que sepultar, como si quisieran alejarte del sol y el aire, de las cosas más importantes, de todo lo que amas. Malditas incongruencias.


No somos sabios y muchas veces creemos saberlo todo. A  veces parece como si la comunicación se hubiese roto, y algo parece fallar constantemente. Las prisas por vivir, la autosuficiencia, el egoísmo, el orgullo, la falta de empatía, etc. Nos hemos convertido en las víctimas más fuerte que hayan podido existir jamás, con el único fin de justificar lo mal hecho, mientras engullimos nuestra existencia. La comunicación se ha roto y por eso a veces solo nos queda estimar lo que sucederá a veces sin tener conciencia del presente y lo que está aconteciendo a nuestro alrededor, como si no supiéramos que la tierra es redonda.
La sabiduría llega después de muchos tragos amargos y años de reflexión. Es muy posible que muy pocas personas entiendan tu rango de valores. Puede que incluso tu dudes al respecto, porque a veces los buenos momentos se resisten, porque a veces no son eternos.

Lo cierto es que la sabiduría como todas las cosas en la vida tiene su momento. La sabiduría requiere que te equivoques, del dolor, del amor y cuenta con que te reveles en algún momento, aunque en un comienzo solo lo hagas desde el retiro de tus pensamientos. La sabiduría nada tiene que ver con la suerte, la sabiduría a los problemas únicamente les plantea soluciones...