Cada acción tiene una reacción igual u opuesta según la ley de Newton. Siendo esto un problema, porque las cosas casi nunca son lo que parecen. A veces lo que parece un castigo es la única manera que encuentra la vida de mostrarte la forma de hacer lo correcto, no es más que el simple resultado de la famosa y antigua ley "Causa y efecto". Todo en la vida tiene una razón de ser y a veces aunque en el momento no comprendamos el por qué de lo que acontece. Si somos un poco autocríticos y meditamos mucho al respecto. Nos daremos cuenta de que casi nada sucede, porque sí. Que nada es fruto de la casualidad y que no siempre somos víctimas cuando estamos pasando nuestros peores momentos.
Así que antes de culpar a nadie o blasfemar cierro los ojos, intento comprender el por qué de lo que sucede a mi alrededor y voy del suelo al cielo con los ojos rojos y el corazón desecho. Para tomar partido y sacar provecho de una vida sin muchas más penas de las que me he permitido tener. Y aunque me corresponda a mí el derecho a pensar en ello como una bendición o un método de castigo a veces simplemente me limito a reflexionar y como una cuestión de suerte causa y azares lo dejo estar.
Puede que sólo sea eso una cuestión de buena o mala suerte. Puede que ésta sea un factor determinante y en apariencia imprevisible para casi todo lo que vayamos a hacer. Y que para contrarrestar la mala suerte como último recurso nos quede la fe y después el consuelo de algún proverbio que rece "Dios aprieta, pero no ahorca" Mientras que la buena suerte no necesita ser contrarrestada, de la buena suerte simplemente se disfruta y punto. Aunque la envidia de otros despierte en nosotros cierto egoísmo y recelo, porque la gente no siempre disfruta con nuestro éxito.