No deja de crecer mi preocupación ante la incertidumbre de que le depara el futuro al viejo continente. Todavía no se vislumbra la luz al final de un túnel cuyo recorrido hace bastante tiempo se está haciendo interminable. Se viven tiempos muy difíciles en los que muchas personas en la cola del paro comienzan a echar en falta la figura del Generalísimo.
Justo ayer aconteció una huelga general en España y a pesar de que me acerqué en mi ciudad a algunos de los lugares donde se realizaban los mítines. No sentí que expresaran con una claridad contundente para una mayoría cuales eran las revindicaciones de sus textos. Como tampoco escuché a nadie aportar soluciones a una crisis que ya comienza a ser eterna.
La gente tiene pleno conocimiento de lo que está mal. Pero siente que la solución no está en sus manos y no distan mucho de la realidad. La expresión más común con respecto a la crisis es la misma usada para una señorita de dudosa reputación. Lo cual muestra el enfado de la impotencia que produce el no poder darle una pronta solución al asunto. Y digo pronta solución porque después de semejante reajuste en la economía mundial. Las cosas parecen ir poco a poco retornando a la normalidad.
Me encuentro en diferente geografía y por ende con diferentes problemas y como el resto de los seres humanos no puedo escapar de la realidad que me ha tocado vivir. Las buenas intenciones en ambas geografías intentan prevalecer en un mundo lleno de avaricias y hostilidad que corroe cual la sal al metal cualquier atisbo de honestidad. Pero mi fe es infinita y creo que al final triunfará el bien sobre el mal. Y aunque no dependa de mi y de hecho más de un ignorante me acuse de representar una parte importante de los problemas que tiene la economía de este país por mi condición social (inmigrante). Creo que nos hermanamos en el sentimiento de deseo que tenemos todos los de aquí y los de allá por que esta situación apodada con señorita de dudosa reputación, deje de asolar de una vez al viejo continente.